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viernes, 20 de abril de 2018

El juego de los misiles de Donald Trump



El reciente ataque norteamericano y de sus aliados británicos y franceses contra Siria ha sido, en realidad, una farsa que fue hábilmente transformada por los medios de comunicación globalizados en un supuesto rotundo éxito de la operación bélica destinada para el consumo doméstico.

"Mucho ruido y pocas nueces". (William Shakespeare, "Much Ado about Nothing")

Donald Trump anunció con bombos y platillos que la misión fue cumplida.

La primera ministra británica, Theresa May, declaró que "el bombardeo de Siria fue exitoso y de acuerdo a los intereses nacionales". Su colega, el presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró "tuvimos éxitos en la madrugada del pasado 14 de abril en el plano militar: todos los misiles alcanzaron sus objetivos, las capacidades químicas del régimen sirio". Lo que no mencionaron estos 'líderes' fue que aquellas instalaciones químicas no existían y su 'exitosa' operación militar fue en realidad un fracaso.

Desde el punto de vista militar, el ataque con misiles de crucero de última generación demostró la ineficiencia de las armas norteamericanas y las de sus aliados lo que ni soñaban sus competidores y detractores. Resulta que, de los 103 misiles lanzados, 71 fueron derribados o desviados por los sistemas antimisiles soviéticos C-125, producidos en 1961, C-200, BUK, KVADRAT, OSA operados por los sirios. El Sistema de Defensa Antimisiles (SDA) sirio fue instalado en los años 1960 y mantenido con mucho cuidado debido al permanente peligro de un ataque aéreo de Israel. Lo interesante fue que en 1999, Serbia tenía prácticamente el mismo 'escudo de misiles' que Siria pero no pudo defenderse porque no tuvo el apoyo de Rusia con las instalaciones de lucha radioelectrónica.

Durante el último ataque de la coalición tripartita, los rusos, sin duda alguna, ayudaron a los sirios con sistemas de guerra electrónica RICHAG-AB, BORISOGLEBSK-2, KRASUJA-4, MOSKVA-1. Estas instalaciones que superan en su eficiencia las de EEUU permiten bloquear cualquier señal en un radio de 300 kilómetros, desactivar todos los equipos electrónicos y cegar los radares en tierra, mar y aire. Los misiles de crucero tipo Tomahawk usan GPS satelital para su vuelo. Entonces, para desviarlos se interfiere la señal del GPS, lo que explica la causa de la caída al mar de 29 de los 59 Tomahawk lanzados por EEUU, el desvío de los ocho misiles británicos Storm Shadow y nueve misiles franceses Scalp-EG.

Resulta que la coalición atacó no solamente las instalaciones donde supuestamente se producían —según los norteamericanos— las armas químicas, sino también seis aeropuertos sirios lanzando 46 misiles, de los cuales, 30 fueron interceptados y los 16 restantes alcanzaron en la provincia Homs, el aeropuerto en desuso de Mezze.
Los tres supuestos centros de armas químicas, incluyendo un centro de investigación en el municipio de Barzeh, ubicado al norte de Damasco y dos instalaciones cerca de la provincia central de Homs estaban limpios de armas químicas, según la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), desde 2013, después de un arreglo entre Barack Obama y Vladímir Putin. Todas las armas químicas sirias fueron destruidas en uno de los barcos especializados de la Marina de Guerra de EEUU lo que fue comprobado y confirmado por la OPAQ.

El centro de Barzeh, destruido parcialmente por los misiles producía medicamentos contra el cáncer y antídotos para el veneno de escorpión y de serpiente. La HISPANTV entrevistó a varios empleados de este centro y uno de los ingenieros explicó que "si hubiese armas químicas en el edificio, no estaríamos aquí. Mis colegas y yo llegamos al centro a las 05:00 de la mañana después del bombardeo. Si hubiese armas químicas, tendríamos que usar máscaras y ciertas medidas de protección para estar aquí después del ataque". Otras dos edificaciones atacadas fueron evacuadas y abandonadas hace bastante tiempo pero para EEUU lanzar misiles contra los edificios abandonados fue todo un éxito.

En realidad, durante el ataque, EEUU y sus aliados intentaron impedir el trabajo de los expertos de la OPAC que el mismo día de los bombardeos debían llegar a la ciudad de Duma donde, según la ONG de los Cascos Blancos, hubo un supuesto ataque químico de parte del Gobierno de Siria. Sin embargo, ningún misil logró impactar en Duma, todos fueron derribados o desviados. Los especialistas rusos en seguridad química y biológica dijeron que dos días antes de la agresión tripartita viajaron a Duma y "no encontraron personas tratadas por intoxicación química", de acuerdo al informe de la Embajada de Moscú en Londres.

Según numerosos informes, los Cascos Blancos fueron los autores, y no es la primera vez, de una denuncia contra Bashar Asad por el uso de armas químicas. "Son especialistas en protagonizar y difundir en las redes numerosas pruebas de supuestos bombardeos y ataques con misiles de las fuerzas armadas sirias y rusas contra la población civil. La mayoría de estas evidencias acaban siendo desmentidas".

Los Cascos Blancos fueron fundados en 2013 por el exoficial del Ejército británico Jarnes Le Mesurier ligado al MI6. Esta ONG está financiada por la USAid, el Ministerio de Relaciones Exteriores británico, Dinamarca, Japón y cómo no, las organizaciones de George Soros. En relación al supuesto ataque químico en Duma el pasado 7 de abril, el Gobierno ruso declaró que presentará en la próxima reunión de la OPAQ a dos médicos que participaron en la producción del montaje de un ataque químico que nunca tuvo lugar.

Sin embargo, los líderes norteamericanos no se preocupan por la verdad, sino por sus intereses nacionales que siempre están relacionados con el mantenimiento de su hegemonía mundial cueste lo que cueste. Ya en 2003, el asesor principal de George W. Bush, Karl Rove explicó a los periodistas que cubrían el caso de Irak, recalcando que "nosotros ahora somos un imperio y estamos creando la realidad. Ustedes, los periodistas la comentan. Y si la Casa Blanca dice que hay armas de destrucción masiva en Irak, todo el mundo dirá que hay armas de destrucción masiva en Irak".

Lo mismo pasa 15 años después con Siria. La Casa Blanca anunció la "existencia y el uso de las armas químicas en Siria" y la prensa globalizada repitió la mentira inventando todo tipo de "falsos positivos". Así funciona el sistema occidental que ni siquiera se esfuerza en darse cuenta de que en la era de internet es muy difícil ocultar la verdad acallando inclusive a comunicadores como Julian Assange que irritan a Washington y a sus 'perritos dóciles' internacionales.

Todo el mundo se da cuenta de que la belicosidad norteamericana y de sus aliados franceses y británicos es más simbólica que real. Intentaron asustar al mundo entero, sin embargo evitaron que la trayectoria de sus misiles se acercara a las bases militares rusas en Siria. Este ataque militar no alteró el equilibrio de poder en Siria y en vez de mejorar la posición norteamericana, la debilitó no solamente en Siria sino en todo Oriente Medio donde su población, quizás por primera vez en últimas décadas entendió que el armamento norteamericano no es el mejor en el mundo y que se puede abatir inclusive con armas que tienen ya más de 50 años de uso.
La ofensiva tripartita contra Siria duró una hora y 30 minutos pero su costo se acercó a 500 millones de dólares. Cada Tomahawk cuesta 1,4 millones de dólares, EEUU lanzó 59 de estos misiles y 19 misiles de crucero AGM-158 B JASSM-ER cuyo precio supera 1,75 millones dólares cada uno. Los misiles, el francés Scalp-EG (se usaron 9) y el británico Storm Shadow (8 misiles lanzados) son parecidos al AGM-158B norteamericano.

Si tomamos en cuenta la participación en esta aventura de los aviones estratégicos B-1B y los aviones de combate F-15 y F-16, varios buques de guerra y submarinos llegaremos fácilmente a la conclusión del alto costo del ataque. Por lo pronto, inmediatamente después del bombardeo las acciones en conjunto del productor de Tomahawk, Raytheon (RTN), Boeing (BA), Lockheed Martin (LMT), Northtrop Grumman (NOC), General Dynamics (GD) ganaron 5.000 millones en su valor en la Bolsa de Valores.

No obstante, nadie sabe qué pasará con la cotización de estas corporaciones en la bolsa cuando los potenciales compradores de sus productos bélicos se den cuenta de la ineficiencia del armamento norteamericano o del aclamado submarino británico clase Astute de nueva generación de propulsión nuclear que posee capacidad global y que puede estar un cuarto de siglo bajo el agua sin necesidad de subir a la superficie, pero esta vez no pudo disparar ni un misil tratando de escapar del submarino ruso, llamado Agujero Negro. En realidad todo indica que las Fuerzas Armadas de los países europeos no están preparadas para ninguna guerra.

A la vez, las Fuerzas Armadas norteamericanas bien alimentadas, bien entrenadas, bien armadas, bien disciplinadas no han podido desde el 11 de septiembre de 2001 cumplir las tareas principales asignadas por el Gobierno en Irak, Afganistán, Libia, Paquistán, Somalia, Siria, Yemen y África subsahariana.

Durante estos infames 17 años, Washington gastó en sus guerras preventivas y permanentes no menos de 10 millones de millones de dólares y todavía, según sus beligerantes estrategas como John Bolton, le esperan al país unos 18 años más de aventuras bélicas sin ton ni son siguiendo la premisa del historiador y militar ateniense, Tucídides (460 a.C.-395 a.C.) quien afirmaba que "Los fuertes hacen lo que quieren y los débiles sufren lo que deben".

El problema consiste en no subestimar a sus contrincantes para no equivocarse en elegir a una nueva víctima débil. Por el momento, Donald Trump, por muy volátil y beligerantes que sean sus declaraciones, es cauteloso en sus acciones y prefiere actuar en los costados del actual tablero geopolítico, mientras que su contrincante principal, Vladímir Putin mueve sus piezas fría y calladamente en el centro calculando el tiempo y eligiendo el momento adecuado para avanzar.

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